Retraso simple del lenguaje
Se habla de retraso simple del lenguaje cuando en un niño la función lingüística está alterada, porque su desarrollo es lento o su aparición está retardada. Se reduce con el...
Se caracteriza por la presencia de obsesiones y compulsiones persistentes y recurrentes, lo suficientemente graves para provocar malestar, pérdida de tiempo e interferencias en la rutina del niño.
Las obsesiones son ideas, pensamientos, impulsos o imágenes persistentes que se experimentan, por lo menos inicialmente, como intrusas o sin sentido. El niño intenta ignorarlas, suprimirlas o neutralizarlas con otros pensamientos o acciones, (por ej.: rezando). Mientras que los adultos reconocen que son producto de su mente y que no están impuestas desde fuera, los niños no suelen verlo ni pueden explicarlo tan claramente.
Las compulsiones son conductas repetitivas, con finalidad e intención, que se efectúan como respuesta a una obsesión, de forma estereotipada o de acuerdo con ciertas reglas (rituales). Están diseñadas para neutralizar el malestar subjetivo o impedir algún suceso o situación temida. El adulto suele reconocer que su comportamiento es irracional o excesivo, pero el niño no siempre es capaz de darse cuenta de este hecho. Cuando se resisten a efectuar las compulsiones, experimentan un aumento de la ansiedad mientras que disminuye si las ejecutan.
Existen determinados rituales que forman parte del desarrollo evolutivo:
Todos estos rituales son propios de una evolución normal y facilitan el proceso de socialización, lo que explica su prolongado mantenimiento.
Las señales de alerta para prevenir un trastorno obsesivo-compulsivo en la infancia serían:
El TOC se manifiesta en la infancia y adolescencia con igual o mayor severidad que en los adultos, con una grave perturbación del ambiente cotidiano del niño, de su medio familiar y del contexto escolar o social. Teniendo en cuenta que la edad de comienzo se sitúa en torno a los 12-13 años, la persistencia de los síntomas durante meses constituye un periodo importante en la historia del niño, que coincide además con los trascendentes cambios que tienen lugar en la pubertad y con un proceso de socialización inacabado, lo que puede agravar los padecimientos en este periodo.
Los niños tienden a implicar a sus padres en los rituales, y éstos, en un intento de aminorar el malestar de sus hijos, suelen participar activamente en ellos, por ejemplo, manteniendo el orden exigido o accediendo a sus peticiones de comprobación o demandas de limpieza en casa. Además, pueden exigir esta cooperación de un modo muy directivo, adoptando actitudes agresivas a nivel verbal y no verbal. Este tipo de conducta genera irritación y malestar en el medio familiar, provocando una alteración en la dinámica de la familia y conflictos entre los padres.
AVERTENCIA IMPORTANTE
No todos los niños que presenten síntomas como los descritos más arriba tienen por qué padecer un trastorno. Si usted tiene alguna duda acerca de los problemas que experimenta su hijo o bien acerca de si esos problemas deben ser tratados por un profesional de la psicología, puede ponerse en contacto con nosotros para que un psicólogo de nuestro equipo valore su caso, aclare sus dudas y le oriente al respecto.